jueves, 24 de julio de 2014

El Evangelio del Día


jueves 24 Julio 2014

Jueves de la decimosexta semana del tiempo ordinario

Beato Juan Antonio Pérez Mayo, san Francisco Solano

Leer el comentario del Evangelio por
San Pedro Crisólogo : «Muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros»

Jeremías 2,1-3.7-8.12-13.

La palabra del Señor llegó a mí en estos términos:
«Ve a gritar a los oídos de Jerusalén: Así habla el Señor: Recuerdo muy bien la fidelidad de tu juventud, el amor de tus desposorios, cuando me seguías por el desierto, por una tierra sin cultivar.
Israel era algo sagrado para el Señor, las primicias de tu cosecha: todos los que comían de él se hacían culpables, les sobrevenía una desgracia -oráculo del Señor-
Yo los hice entrar en un país de vergeles, para que comieran de sus frutos y sus bienes; pero ustedes entraron y contaminaron mi país e hicieron de mi herencia una abominación.
Los sacerdotes no preguntaron: "¿Dónde está el Señor?", los depositarios de la Ley no me conocieron, los pastores se rebelaron contra mí, los profetas profetizaron en nombre de Baal y fueron detrás de los que no sirven de nada.
¡Espántense de esto, cielos, horrorícense y queden paralizados! -oráculo del Señor-.
Por que mi pueblo ha cometido dos maldades: me abandonaron a mí, la fuente de agua viva, para cavarse cisternas, cisternas agrietadas, que no retienen el agua.»


Salmo 36(35),6-7ab.8-9.10-11.

Tu misericordia, Señor, llega hasta el cielo,
tu fidelidad hasta las nubes.
Tu justicia es como las altas montañas,
tus juicios, como un océano inmenso.

¡Qué inapreciable es tu misericordia, Señor!
Por eso los hombres se refugian
a la sombra de tus alas.
Se sacian con la abundancia de tu casa,
les das de beber del torrente de tus delicias.

En ti está la fuente de la vida,
y por tu luz vemos la luz.
Extiende tu gracia sobre los que te reconocen,
y tu justicia sobre los rectos de corazón.





Mateo 13,10-17.

En aquel tiempo, los discípulos se acercaron y le dijeron: "¿Por qué les hablas por medio de parábolas?".
El les respondió: "A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no.
Porque a quien tiene, se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene.
Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden.
Y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean, no conocerán,
Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y yo no los cure.
Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen.
Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron."



Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

San Pedro Crisólogo (c.406-450), obispo de Ravenna, doctor de la Iglesia
Sermón 147; PL 52, 594-596

«Muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros»

Desde que Dios ha visto que el mundo estaba trastornado por el temor, ha puesto en acto su amor para llamarlo de nuevo a sí, su gracia para invitarlo, su ternura para abrazarlo. En tiempo del diluvio... llama a Noé para engendrar un mundo nuevo, lo alienta con dulces palabras, pone en él su familiar confianza, le instruye con bondad sobre el presente y con su gracia le consuela sobre el porvenir... Le ayuda en su trabajo y encierra en el arca lo que había de ser germen del mundo entero a fin de que el amor a su alianza alejara de él el temor...


Después Dios llama a Abraham de entre las naciones, engrandece su nombre y le hace padre de los creyentes. Le acompaña en su camino, le protege en país extraño, le colma de riquezas, le honra con victorias, le asegura con promesas, le arranca de las injusticias, le consuela en su hospitalidad y le maravilla con un nacimiento inesperado a fin de atraerle por la gran dulzura del amor divino; así le enseña a... adorar a Dios amándolo y ya no más temblando.


Más tarde, a través de sueños, Dios consuela a Jacob en su huída. Al regresar le provoca al combate y, durante la lucha, le estrecha entre sus brazos a fin de que ame al padre de los combates y ya no le tema más. Después llama a Moisés y le habla con amor de padre para invitarle a liberar a su pueblo.


En todos estos acontecimientos, la llama de la caridad divina ha abrasado el corazón de los hombres..., y estos, con el alma herida, han comenzado a desear ver a Dios con sus ojos de carne... El amor no se conforma con no ver al que ama. ¿No es cierto que todos los santos han considerado como cosa sin importancia todo lo que podían obtener a no ser el ver a Dios?... Que nadie, pues, piense que Dios se ha equivocado viniendo a los hombres a través de un hombre. Se ha encarnado entre nosotros para ser visto por nosotros.







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