viernes, 21 de octubre de 2016

El Evangelio del Día


viernes 21 Octubre 2016

Viernes de la vigésima novena semana del tiempo ordinario

San Malco de Maronea

Leer el comentario del Evangelio por
San Juan Pablo II : Saber juzgar los signos de los tiempos

San Pablo a los Efesios 4,1-6.

Hermanos:
Yo, que estoy preso por el Señor, los exhorto a comportarse de una manera digna de la vocación que han recibido.
Con mucha humildad, mansedumbre y paciencia, sopórtense mutuamente por amor.
Traten de conservar la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz.
Hay un solo Cuerpo y un solo Espíritu, así como hay una misma esperanza, a la que ustedes han sido llamados, de acuerdo con la vocación recibida.
hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo.
Hay un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, lo penetra todo y está en todos.


Salmo 24(23),1-2.3-4ab.5-6.

Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella,
el mundo y todos sus habitantes,
porque El la fundó sobre los mares,
Él la afirmó sobre las corrientes del océano.

¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor
y permanecer en su recinto sagrado?
El que tiene las manos limpias
y puro el corazón;

él recibirá la bendición del Señor,
la recompensa de Dios, su Salvador.
Así son los que buscan al Señor,
los que buscan tu rostro, Dios de Jacob.





Lucas 12,54-59.

Jesús dijo a la multitud:
"Cuando ven que una nube se levanta en occidente, ustedes dicen en seguida que va a llover, y así sucede.
Y cuando sopla viento del sur, dicen que hará calor, y así sucede.
¡Hipócritas! Ustedes saben discernir el aspecto de la tierra y del cielo; ¿cómo entonces no saben discernir el tiempo presente?
¿Por qué no juzgan ustedes mismos lo que es justo?
Cuando vas con tu adversario a presentarte ante el magistrado, trata de llegar a un acuerdo con él en el camino, no sea que el adversario te lleve ante el juez, y el juez te entregue al guardia, y este te ponga en la cárcel.
Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo."



Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

San Juan Pablo II (1920-2005), papa
Carta apostólica Novo millenio ineunte, 6-01-2001, § 55-56

Saber juzgar los signos de los tiempos

En un contexto de pluralismo cultural y religioso remarcable, tal como se prevé en la sociedad del nuevo milenio, es importante el diálogo interreligioso para asegurar las condiciones de paz y alejar el espectro espantoso de las guerras de religión que han ensangrentado tantos períodos de la historia humana. El nombre del Dios único debe llegar a ser cada vez más eso que es, un nombre de paz y un imperativo de paz.

Pero este diálogo no se puede fundar sobre el indiferentismo religioso, y los cristianos tenemos el deber de desarrollarlo ofreciendo el testimonio lleno de esperanza que poseemos (1P 3,15)… Pero nuestro deber misionero de anunciar a Cristo no nos impide entrar en el diálogo con el corazón profundamente abierto a la escucha. En efecto, sabemos que frente al misterio de la gracia, infinitamente rico en dimensiones e implicaciones para la vida y la historia del hombre, la Iglesia misma no acabará nunca de profundizar en su búsqueda, apoyándose en la asistencia del Paráclito, el Espíritu de la verdad (Jn 14,17) que ha de conducirla, precisamente, a la plenitud de la verdad (Jn 16,3).

Este principio está en la base, no sólo de la inagotable profundización teológica de la verdad cristiana, sino también del diálogo cristiano con las filosofías, las culturas, las religiones. A menudo, el Espíritu de Dios, que "sopla donde quiere" (Jn 3,8), suscita en la experiencia humana universal, a pesar de las numerosas contradicciones de ésta última, signos de su presencia que ayudan a los mismos discípulos de Cristo a comprender de manera más profunda el mensaje del que son portadores. ¿No es, acaso, con esta actitud de apertura humilde y confiada que el Concilio Vaticano II se comprometió a "leer los signos de los tiempos"? (Gaudium et spes, §4). Entregándose cuidadosamente a un discernimiento atento para recoger los "signos verdaderos de la presencia o del designio de Dios" (§11), la Iglesia reconoce que, no solamente ha dado, sino que "ha recibido de la historia y de la evolución del género humano" (§44). También el Concilio invita a adoptar, en la relación con las demás religiones, esta actitud de apertura y, al mismo tiempo, de discernimiento atento.







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