jueves, 23 de febrero de 2017

El Evangelio del Día


jueves 23 Febrero 2017

Jueves de la séptima semana del tiempo ordinario

San Policarpo de Esmirna

Leer el comentario del Evangelio por
Beato Pablo VI: "Si tu mano es para ti ocasión de pecado": la conversión del corazón

Eclesiástico 5,1-10.

No te fíes de tus riquezas ni digas: "Con esto me basta".
No dejes que tu deseo y tu fuerza te lleven a obrar según tus caprichos.
No digas: "¿Quién podrá dominarme?", porque el Señor da a cada uno su merecido.
No digas: "Pequé, ¿y qué me sucedió?, porque el Señor es paciente.
No estés tan seguro del perdón, mientras cometes un pecado tras otro.
No digas: "Su compasión es grande; él perdonará la multitud de mis pecados", porque en él está la misericordia, pero también la ira, y su indignación recae sobre los pecadores.
No tardes en volver al Señor, dejando pasar un día tras otro, porque la ira del Señor irrumpirá súbitamente y perecerás en el momento del castigo.
No te fíes de las riquezas adquiridas injustamente: de nada te servirán en el día de la desgracia.
No te dejes llevar por todos los vientos ni vayas por cualquier camino: así obra el pecador que habla con doblez.
Sé firme en tus convicciones y que tu palabra sea una sola.


Salmo 1,1-2.3.4.6.

¡Feliz el hombre
que no sigue el consejo de los malvados,
ni se detiene en el camino de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los impíos,
sino que se complace en la ley del Señor
y la medita de día y de noche!

El es como un árbol
plantado al borde de las aguas,
que produce fruto a su debido tiempo,
y cuyas hojas nunca se marchitan:
todo lo que haga le saldrá bien.

No sucede así con los malvados:
ellos son como paja que se lleva el viento.
Porque el Señor cuida el camino de los justos,
pero el camino de los malvados termina mal. 





Marcos 9,41-50.

Jesús dijo a sus discípulos:
«Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo.
Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar.
Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos manos a la Gehena, al fuego inextinguible.

Y si tu pie es para ti ocasión de pecado, córtalo, porque más te vale entrar lisiado en la Vida, que ser arrojado con tus dos pies a la Gehena.

Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un solo ojo en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos a la Gehena,
donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.
Porque cada uno será salado por el fuego.
La sal es una cosa excelente, pero si se vuelve insípida, ¿con qué la volverán a salar? Que haya sal en ustedes mismos y vivan en paz unos con otros».



Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

Beato Pablo VI, papa 1963-1978
Constitución apostólica "Paenitemini" (trad. © Libreria Editrice Vaticana)

"Si tu mano es para ti ocasión de pecado": la conversión del corazón

Al reino de Cristo se puede llegar solamente por la "metánoia", es decir, por esa íntima y total transformación y renovación de todo el hombre —de todo su, sentir, juzgar y disponer— que se lleva a cabo en él a la luz de la santidad y caridad de Dios, santidad y caridad que, en el Hijo, se nos han manifestado y comunicado con plenitud.

La invitación del Hijo a la "metánoia" resulta mucho más indeclinable en cuanto que él no sólo la predica, sino que él mismo se ofrece como ejemplo de penitencia. Pues Cristo es el modelo supremo de penitentes; quiso padecer la pena por pecados que no eran suyos, sino de los demás.

Con Cristo, el hombre queda iluminado con una luz nueva, y consiguientemente reconoce la santidad de Dios y la gravedad del pecado, por medio de la palabra de Cristo se le transmite el mensaje que invita a la conversión y concede el perdón de los pecados, dones que consigue plenamente en el bautismo. Pues este sacramento lo configura de acuerdo con la pasión, muerte y resurrección del Señor, y bajo el sello de este misterio plantea toda la vida futura del bautizado.

Por ello, siguiendo al Maestro, cada cristiano debe renunciar a sí mismo, tomar su cruz, participar en los padecimientos de Cristo (Mt 16,24); transformado de esta forma en una imagen de su muerte, se hace capaz de merecer la gloria de la resurrección.







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