Para María no fue fácil entender que además de Madre debía dar el paso para convertirse en discípula de su Hijo. Sin embargo, ya en las bodas de Caná Juan nos comparte esta doble dimensión cuando la Madre de Jesús les dice a los sirvientes: "hagan lo que él les diga" (Jn 2,5). La familia es esencial en la vida del discípulo, pero llega el momento en que hay que tomar prudente distancia de ella, máxime cuando se torna manipuladora. Para Jesús, más importantes que las relaciones de la carne o de la sangre son las relaciones que se establecen en torno a su vida y su proyecto de reino. Aprovecha, pues, la presencia de su familia para responder a una pregunta que nos hacemos los cristianos de todos los tiempos: ¿en qué consiste hacer la voluntad de Dios? La respuesta de Jesús es clara y contundente: hacer la voluntad de Dios significa escuchar su Palabra y ponerla en práctica. Los que hacen esto son su verdadera familia. Por cierto, María ya había hecho su parte cuando, sin dudarlo, respondió al ángel: "yo soy la sirvienta del Señor; que se cumpla en mí tu Palabra" (Lc 1,38).
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