viernes, 9 de octubre de 2009

Sobre las lecturas de Hoy viernes 10

Una de las mayores dificultades que afrontó Jesús en su ministerio fue el descrédito de sus obras. Sus adversarios no perdían oportunidad para calumniarlo o atribuir lo que él hacía a alguna intriga del Maligno. Tras esta actitud se ocultaba un gran pecado: no reconocer la acción de Dios. El afán de tener prestigio y ser reconocidos los hacía olvidar que la finalidad última de cualquier discurso religioso es reconocer a Dios allí donde él se quiere manifestar, y no, como hacían los fariseos, publicitar al propio partido o movimiento. La frase con la que concluye el primer episodio (v.20) nos ayuda a comprender la dinámica del bien, la bondad y el amor. Las obras buenas, la misericordia, la caridad eficaz se deben reconocer más allá de cualquier frontera. Nuestro deber como cristianos es colocarnos de parte de las personas que transforman positivamente este mundo de miseria y de dolor, aunque ellas no compartan nuestras convicciones religiosas.

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