viernes, 15 de agosto de 2014

El Evangelio del Día


viernes 15 Agosto 2014



San Estanislao de Kostka

Leer el comentario del Evangelio por
Beato Guerrico de Igny : María, madre de los vivientes

Apoc. 11,19a.12,1-6a.10ab.

En ese momento se abrió el Templo de Dios que está en el cielo y quedó a la vista el Arca de su Alianza, y hubo rayos, voces, truenos y un temblor de tierra, y cayó una fuerte granizada.
Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza.
Estaba embarazada y gritaba de dolor porque iba a dar a luz.
Y apareció en el cielo otro signo: un enorme Dragón rojo como el fuego, con siete cabezas y diez cuernos, y en cada cabeza tenía una diadema.
Su cola arrastraba una tercera parte de las estrellas del cielo, y las precipitó sobre la tierra. El Dragón se puso delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo en cuanto naciera.
La Mujer tuvo un hijo varón que debía regir a todas las naciones con un cetro de hierro. Pero el hijo fue elevado hasta Dios y hasta su trono,
y la Mujer huyó al desierto, donde Dios le había preparado un refugio para que allí fuera alimentada durante mil doscientos sesenta días.
Y escuché una voz potente que resonó en el cielo: "Ya llegó la salvación, el poder y el Reino de nuestro Dios y la soberanía de su Mesías, porque ha sido precipitado el acusador de nuestros hermanos, el que día y noche los acusaba delante de nuestro Dios.
Y escuché una voz potente que resonó en el cielo: "Ya llegó la salvación, el poder y el Reino de nuestro Dios y la soberanía de su Mesías, porque ha sido precipitado el acusador de nuestros hermanos, el que día y noche los acusaba delante de nuestro Dios.


Salmo 45(44),10bc.11.12ab.16.

Es la reina, adornada con tus joyas
y con oro de Ofir.
¡Escucha, hija mía, mira y presta atención!
Olvida tu pueblo y tu casa paterna,

y el rey se prendará de tu hermosura.
Él es tu señor: inclínate ante él;
con gozo y alegría entran al palacio real.




1 Corintios 15,20-26.

Pero no, Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos.
Porque la muerte vino al mundo por medio de un hombre, y también por medio de un hombre viene la resurrección.
En efecto, así como todos mueren en Adán, así también todos revivirán en Cristo,
cada uno según el orden que le corresponde: Cristo, el primero de todos, luego, aquellos que estén unidos a él en el momento de su Venida.
En seguida vendrá el fin, cuando Cristo entregue el Reino a Dios, el Padre, después de haber aniquilado todo Principado, Dominio y Poder.
Porque es necesario que Cristo reine hasta que ponga a todos los enemigos debajo de sus pies.
El último enemigo que será vencido es la muerte,


Lucas 1,39-56.

En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.
Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,
exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?
Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.
Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".
María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor,
y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,
porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz,
porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías.
Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre".
María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.



Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

Beato Guerrico de Igny (c. 1080-1157), abad cisterciense
Sermón 1 para la Asunción, 1-4; SC 202

María, madre de los vivientes

"Ven, tú al que escogí, en ti estableceré mi trono" (liturgia latina)… "Dichoso el que tú eliges y acercas para que viva en tus atrios" (Sal. 65,5); mucho más, vivirás en ellos, reinarás en ellos y colocarás en ellos el trono de tu realeza. Y, por supuesto, María es bienaventurada entre todas las bienaventuradas, ella que ha sido escogida antes que todos los demás santos. El Señor la eligió como morada, diciendo: "esta es mi mansión por siempre, aquí que viviré, porque la deseo" (Sal. 131,14). Durante nueve meses vivió en ella; durante numerosos años vivió con ella y le estuvo sometido… Ahora, viviendo en ella y con ella para siempre, de manera que sobrepasa nuestra comprensión, la llena de la gloria que ven los bienaventurados. Le da exteriormente la gloria en su cuerpo; interiormente, imprime en ella la gloria del Verbo…

Esta Virgen madre única, que se vanagloria de haber dado a luz al Hijo único del Padre, estrecha con amor al mismo Hijo único con todos sus miembros (Ef. 5,30), y no enrojece de ser llamada la madre de todos aquellos en los que ve a Cristo ya formado o en formación. La primera Eva… ha sido llamada "madre de todos los vivientes" (Gn 3,20), pero en realidad fue… la madre de los que mueren… Y porque esta primera Eva no pudo realizar fielmente lo que significa su nombre, es María quien realizó este misterio. Como la Iglesia cuyo símbolo es, María es la madre de todos los que renacen a la vida.

Sí, es la madre de la Vida que hace vivir a todos los hombres (Jn 11,25; 5,25s). Dando a luz la Vida, hizo nacer en cierta manera a una vida nueva a todos los que debían encontrar su vida en esta Vida… Por eso la madre bienaventurada de Cristo, sabiéndose madre de los cristianos por este misterio, se muestra también madre de todos por su solicitud y su ternura… Y ahora "vivimos al abrigo" de la Madre "del Dios " altísimo" permanezcamos "bajo su protección, al amparo de sus alas " (Sal. 90,1; 16,8). Más tarde, compartiremos su gloria y seremos acogidos en su corazón, ya que el Rey de la gloria puso en ella su trono.







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