martes, 23 de septiembre de 2014

El Evangelio del Día


martes 23 Septiembre 2014

Martes de la vigésima qunita semana del tiempo ordinario

San Pío Pietrelcina, San Fournet

Leer el comentario del Evangelio por
Isaac de Stella : «Poniendo su mirada sobre cada uno de los que estaban sentados a su alrededor, Jesús dijo: estos son mi madre y mis hermanos» (Mc 3,34)

Proverbios 21,1-6.10-13.

El corazón del rey es una corriente de agua en manos del Señor: él lo dirige hacia donde quiere.
Al hombre le parece que todo su camino es recto, pero el Señor pesa los corazones.
Practicar la justicia y el derecho agrada al Señor más que los sacrificios.
Los ojos altaneros, el corazón arrogante, la luz de los malvados: todo eso es pecado.
Los proyectos del hombre laborioso son pura ganancia, el que se precipita acaba en la indigencia.
Tesoros adquiridos con engaños son ilusión fugaz de los que buscan la muerte.
El alma del malvado desea el mal, él no se apiada de su prójimo.
El simple se hace sabio cuando se castiga al insolente, y asimila la ciencia cuando se instruye al sabio.
El justo observa la casa del malvado, y precipita en la desgracia a los malos.
El que cierra los oídos al clamor del débil llamará y no se le responderá.


Salmo 119(118),1.27.30.34.35.44.

Felices los que van por un camino intachable,
los que siguen la ley del Señor,

Instrúyeme en el camino de tus leyes,
y yo meditaré tus maravillas.

Elegí el camino de la verdad,
puse tus decretos delante de mí.

Instrúyeme, para que observe tu ley
y la cumpla de todo corazón.

Condúceme por la senda de tus mandamientos,
porque en ella tengo puesta mi alegría.

Yo cumpliré fielmente tu ley:
lo haré siempre, eternamente.





Lucas 8,19-21.

Su madre y sus hermanos fueron a verlo, pero no pudieron acercarse a causa de la multitud.
Entonces le anunciaron a Jesús: "Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren verte".
Pero él les respondió: "Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican".



Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

Isaac de Stella (¿-c.1171), monje cisterciense
Sermón 51 ; PL 194, 1862

«Poniendo su mirada sobre cada uno de los que estaban sentados a su alrededor, Jesús dijo: estos son mi madre y mis hermanos» (Mc 3,34)

La Virgen ocupa, con todo derecho, el primer lugar en la asamblea de los justos ; es ella quien ha engendrado al primero de todo ellos. En efecto, Cristo es «el primero de entre una gran multitud de hermanos» (Rm 8,9) […] Por eso es verdaderamente justo que, en las Escrituras divinamente inspiradas, lo que se dice en general de esta virgen madre que es la Iglesia se aplique, en particular, a la Virgen María ; y lo que se dice en particular de la virgen madre  que es María, se comprende, en general, de la Iglesia virgen madre. Cuando un texto habla de una o de la otra, se puede aplicar, casi sin distinción, a la una y a la otra.


Igualmente cada alma creyente es, a su manera, esposa del Verbo de Dios, madre, hija y hermana de Cristo, a la vez virgen y fecunda. La misma Sabiduría de Dios, el Verbo del Padre, designa a la vez a la Iglesia en sentido universal, María en un sentido muy especial, y cada alma creyente en particular. […] La Escritura dice: «Permaneceré en la herencia del Señor» (Si 24,12). La herencia del Señor, en un sentido universal, es la Iglesia, de manera más especial es María, y cada alma creyente en particular. En la morada del seno de María, Cristo permaneció nueve meses, en la morada de la fe de la Iglesia, permanecerá hasta el fin del mundo, y en el conocimiento y el amor del alma creyente, por los siglos de los siglos.







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