sábado, 17 de junio de 2017

El Evangelio del Día


sábado 17 Junio 2017

Sábado de la décima semana del tiempo ordinario

Beato José María Cassant, Profeta Elías

Leer el comentario del Evangelio por
Una homilía griega del siglo 4º: «Yo os digo»: La Ley antigua llevada a plenitud por aquél que da la Ley nueva

San Pablo a los Corintios 2 5,14-21.

Porque el amor de Cristo nos apremia, al considerar que si uno solo murió por todos, entonces todos han muerto.
Y él murió por todos, a fin de que los que viven no vivan más para sí mismos, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.
Por eso nosotros, de ahora en adelante, ya no conocemos a nadie con criterios puramente humanos; y si conocimos a Cristo de esa manera, ya no lo conocemos más así.
El que vive en Cristo es una nueva criatura: lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho presente.
Y todo esto procede de Dios, que nos reconcilió con él por intermedio de Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación.
Porque es Dios el que estaba en Cristo, reconciliando al mundo consigo, no teniendo en cuenta los pecados de los hombres, y confiándonos la palabra de la reconciliación.
Nosotros somos, entonces, embajadores de Cristo, y es Dios el que exhorta a los hombres por intermedio nuestro. Por eso, les suplicamos en nombre de Cristo: Déjense reconciliar con Dios.
A aquel que no conoció el pecado, Dios lo identificó con el pecado en favor nuestro, a fin de que nosotros seamos justificados por él.


Salmo 103(102),1-2.3-4.8-9.11-12.

Bendice al Señor, alma mía,
que todo mi ser bendiga a su santo Nombre;
bendice al Señor, alma mía,
y nunca olvides sus beneficios.

El perdona todas tus culpas
y cura todas tus dolencias;
rescata tu vida del sepulcro,
te corona de amor y de ternura.

El Señor es bondadoso y compasivo,
lento para enojarse y de gran misericordia;
No acusa de manera inapelable
ni guarda rencor eternamente;

Cuanto se alza el cielo sobre la tierra,
así de inmenso es su amor por los que lo temen;
cuanto dista el oriente del occidente,
así aparta de nosotros nuestros pecados.




Mateo 5,33-37.

Jesús dijo a sus discípulos:
Ustedes han oído también que se dijo a los antepasados: No jurarás falsamente, y cumplirás los juramentos hechos al Señor.
Pero yo les digo que no juren de ningún modo: ni por el cielo, porque es el trono de Dios,
ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la Ciudad del gran Rey.
No jures tampoco por tu cabeza, porque no puedes convertir en blanco o negro uno solo de tus cabellos.
Cuando ustedes digan 'sí', que sea sí, y cuando digan 'no', que sea no. Todo lo que se dice de más, viene del Maligno.



Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

Una homilía griega del siglo 4º
Sobre la Pascua (homilía inspirada en el Tratado sobre la Pascua de San Hipólito)

«Yo os digo»: La Ley antigua llevada a plenitud por aquél que da la Ley nueva

     La Ley dada a Moisés es una compilación de enseñanzas variadas y de imperativos, una colección útil para todos de lo que es bueno hacer en esta vida, y un reflejo místico de las costumbres de la vida celeste: una antorcha y una lámpara, un fuego y una luz, réplica de las lámparas de arriba. La Ley de Moisés era el itinerario de la piedad, la regla de las costumbres honestas, el freno del primer pecado, el boceto de la verdad que ha de venir (Col 2,17)... La Ley de Moisés era para la piedad un maestro y para la justicia un guía, para los ciegos una luz y para los insensatos una prueba, para los niños un pedagogo y para los imprudentes una amarra, para las cervices duras una brida y para los impacientes un yugo que constreñía.

     La Ley de Moisés era el mensajero de Cristo, el precursor de Jesús, el heraldo y el profeta del  gran Rey, una escuela de sabiduría, una preparación necesaria y una enseñanza universal, una doctrina llegada en el momento oportuno y un misterio temporal. La Ley de Moisés era un resumen simbólico y enigmático de la gracia futura, anunciando en imágenes la perfección de la verdad que ha de venir. Por los sacrificios anunciaba la Víctima, por la sangre, la Sangre, por el cordero, el Cordero, por la paloma, la Paloma, por el altar, el Sumo Sacerdote, por el Templo, la permanencia de la divinidad, por el fuego del altar, la plena «Luz del mundo» (Jn 8,12) que desciende de Arriba.







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