martes, 3 de julio de 2018

El Evangelio del Día


martes 03 Julio 2018



San León II

Leer el comentario del Evangelio por
Beato John Henry Newman : «La debilidad de la fe de Tomás, fuente de gracia para la Iglesia» (Trad. ©Evangelizo.org)

San Pablo a los Efesios 2,19-22.

Hermanos:
Ustedes ya no son extranjeros ni huéspedes, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios.
Ustedes están edificados sobre los apóstoles y los profetas, que son los cimientos, mientras que la piedra angular es el mismo Jesucristo.
En él, todo el edificio, bien trabado, va creciendo para constituir un templo santo en el Señor.
En él, también ustedes son incorporados al edificio, para llegar a ser una morada de Dios en el Espíritu.


Salmo 117(116),1.2.

¡Alaben al Señor, todas las naciones,
glorifíquenlo, todos los pueblos!

Porque es inquebrantable su amor por nosotros,
y su fidelidad permanece para siempre.

¡Aleluya!





Juan 20,24-29.

Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús.
Los otros discípulos le dijeron: "¡Hemos visto al Señor!". El les respondió: "Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré".
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: "¡La paz esté con ustedes!".
Luego dijo a Tomás: "Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe".
Tomas respondió: "¡Señor mío y Dios mío!".
Jesús le dijo: "Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!".



Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

Beato John Henry Newman (1801-1890), teólogo, fundador del Oratorio en Inglaterra
PPS, vol. 2, n° 2, «Faith without Sight»

«La debilidad de la fe de Tomás, fuente de gracia para la Iglesia» (Trad. ©Evangelizo.org)

No hay que creer que Tomás era muy distinto de los demás apóstoles. Todos, más o menos, perdieron la confianza en las promesas de Cristo cuando lo vieron siendo llevado para ser crucificado. Cuando lo pusieron en la tumba, su esperanza fue enterrada con él, y cuando les llevaron la noticia de que había resucitado, nadie creyó. Cuando se les apareció, «les reprochó su incredulidad y endurecimiento » (Mc 16:14). Tomás fue el último en ser convencido, porque fue el último en ver a Cristo. Sin embargo, es seguro que no era un discípulo reservado y frio: anteriormente, había expresado su deseo de compartir el peligro de su Maestro y de sufrir con él: «Vamos también, para morir con él» (Jn 11:16). Es a causa de Tomás que los apóstoles arriesgaron sus vidas por su Maestro.

Entonces santo Tomás amaba a su Maestro, como un verdadero apóstol, y se puso a su servicio. Pero cuando lo vio crucificado, por un tiempo se debilitó en su fe, como los otros, y más que los otros. Se había apartado, rehusando los testimonios no solamente de una sola persona, sino de dix otras, de María Magdalena y de otras mujeres. Al parecer le hacía falta, una prueba visible de lo que es invisible, un signo infalible venido del cielo, como la escalera de los ángeles de Jacob (Gn 28:12), para calmar su angustia mostrándole el objetivo del camino al momento de ponerse en marcha. Lo habitaba un secreto deseo de certeza y ese deseo se despertó al escuchar la noticia de la resurrección.

Nuestro Salvador consintió a su debilidad, respondió a su deseo, pero le dijo: «Porque me ve has visto, crees. Felices los que creen si haber visto». Es así que todos sus discípulos le sirven, incluso en sus debilidades, para que él las trasforme en palabras de enseñanza y de consuelo para su Iglesia.







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